El teniente coronel Garmilla
La bella caligrafía de
los escribanos y las hojas de servicios llenas de peripecias y hazañas
militares nos hablan de los orígenes y las vivencias del teniente coronel Garmilla. El señor que hizo construir Villa Susana (la Casa
Roja de Valdenoceda) es Don José de la Garmilla y López, nacido en Madrid el 22 de julio de 1854,
hijo del entonces capitán de caballería (y luego teniente coronel) Don José de
la Garmilla y Ruiz de Huidobro (nacido en El Almiñé, el 19 de marzo de 1811 y fallecido en Badajoz el 14
de enero de 1883) y de Doña Joaquina Antonia López y Carrasco (nacida en
Badajoz, el 24 de marzo de 1823). Casó el 17 de enero de 1886, siendo alférez
de infantería, con Doña Susana Antón y González, natural de Burgos y nacida en
1851. El mismo año de su casamiento ascendió al empleo de teniente de
infantería. Don José falleció en Burgos, el 17 de diciembre de 1922. El 1 de
junio de aquel mismo año se le había expedido a Doña Susana una cédula personal
en la merindad de Valdivielso, con número 1149, según consta en un documento
militar del 3 de enero de 1923. En la hoja de servicios de Don José se menciona
Valdenoceda reiteradamente a partir de 1896, como uno
de los lugares en los que él pasaba sus periodos de licencia por enfermedad o
asuntos propios, y como la localidad donde estableció su residencia fija a
partir de febrero o marzo de 1899. Se le concedió la baja definitiva, o sea el
retiro, por Real Orden de 27 de julio de 1914. Era teniente coronel desde 1912.
Y antes pasó dos años completos guerreando en Cuba como capitán al mando de una
compañía… Pero, empecemos por el principio:
Don José de la Garmilla y López ingresó en el ejército como soldado
voluntario de caballería en mayo de1874. En febrero de 1875, tras superar el
examen correspondiente, ascendió a “alférez de milicias provinciales”, con
destino en Cuenca, y se pasó todo el año participando en acciones de guerra en
el marco de la Tercera Guerra Carlista. En su hoja de servicios se mencionan
“operaciones en persecución de las partidas carlistas” y aparece combatiendo,
entre otros, en lugares bastante abruptos y escarpados del norte de Guadalajara
(San Pedro del Tajo, Olmeda, Sigüenza), del Maestrazgo en Teruel (Cantavieja), de la zona pirenaica de Navarra (Lumbier y la ermita de La Trinidad). Dice A. de San Martín
en su Estudio crítico sobre la ultima guerra civil
- Volumen 2 (1887): “Esta
comisión era dificilisima porque los carlistas tenian circunvalada la Ermita; pero cuando la exaltación
del valor reina en los ánimos, nada es imposible: el Alférez Garmilla salió por uno de los boquetes de los muros con
solo su asistente, (...) cargando en los morrales paquetes de cartuchos,
rompieron la línea enemiga en auxilio de sus camaradas…” Este era el tono de la época
y, en recompensa por esta acción, se le concedió a Don José el empleo de
alférez de infantería. Según su hoja de servicios, resultó “herido gravemente
en la espalda” por el derrumbe de dicha ermita, pero continuó en la posición,
“sufriendo constantemente el fuego de la artillería enemiga”
Nuestro joven alférez
comenzó el año 1876 en el Valle de Mena y, avanzando con su batallón, participó en la toma de Valmaseda,
la de Oria y en la batalla de Elgueta, así como en
otras acciones. Después de casi doce meses de agotadora actividad bélica, tuvo
la suerte de pasar a formar parte de la Escolta Real y acompañó a Alfonso XII
en sus marchas de entrada a Pamplona, Estella,
Logroño y Vitoria. Desde abril de este año 1876 y hasta 1880 disfrutó de
destinos más tranquilos y soleados en Granada, Málaga, Almería, con tres meses
en la guarnición de Melilla, y con la concesión de medallas y reconocimientos
de méritos por su “buen comportamiento y servicios prestados” en la dura etapa
anterior de guerra por sierras y montañas.
En mayo de 1880 empieza
su vida a agitarse de nuevo, pues, estando destinado en Segorbe, tiene que
salir “de operaciones por las provincias de Valencia y Teruel en persecución de
partidas levantadas”. En agosto decide convertirse en estudiante y hasta junio
de 1881 realiza en Valencia estudios de “geometría, topografía, fortificación
de campaña e improvisada, arte, historia y geografía militar”. Esto le permite
continuar con su vida tranquila en Valencia y luego, en 1883, conseguir destino en el Primer
Regimiento de Ingenieros al que se incorpora en San Sebastián, siendo luego
destinado a Bilbao. Durante un largo y apacible periodo que va desde 1884 hasta
1893 presta servicios en Burgos, salvo algún trabajo de ingeniería en San
Sebastián, unos meses de destino en Cangas de Onís y algo menos de dos años en
Soria, siendo especialmente importante el año 1886, porque durante ese año
contrae matrimonio con Doña Susana y es ascendido por antigüedad al empleo de
teniente de infantería. Entre 1887 y 1892 realiza servicios ordinarios y
también desempeña el cargo de “secretario permanente de causas” de la Capitanía
General de Burgos.
Entre 1893 y 1896, el
teniente empieza a moverse de nuevo: presta servicios ordinarios en
Portugalete, Orduña, San Sebastián y Pamplona. En este último destino desempeña
los cargos de ayudante de su batallón y profesor de la Academia de Sargentos.
En los últimos quince años ha tenido ocasión de recorrer paisajes diferentes,
estudiar, realizarse como docente y además, en 1895 le han ascendido a capitán
de infantería. Pero, en 1896, tras gozar de un permiso que le permite estar en Valdenoceda, a su regreso a Pamplona se encuentra con que
tiene que salir para Santander al mando de su compañía con el fin de embarcarse
el 23 de agosto en el vapor correo Montevideo con rumbo a la isla de Cuba, “que
se hallaba declarada en estado de guerra”.
Desembarcó el 5 de
septiembre de 1896 en La Habana. Don José tenía 42 años y volvía a entrar en
combate, ahora como capitán de una compañía. El 11 de octubre salió de
operaciones. A partir de entonces, durante los últimos meses de 1896, todo el
año 1897 y primeros meses de 1898, se suceden en la hoja de servicios lugares
con nombres como Güines, Artemisa, o las provincias de Pinar del Río, Matanzas,
Las Villas y Sancti Spiritus. Se relata lo que en el
lenguaje militar llaman encuentros, acciones, fuegos y tiroteos. Acciones en
las lomas del Rubí, en la Bodega del Rey, en San Miguel, en las lomas de Santa
Clarita, en Quemados y Flor de San Juan. Encuentros y fuegos con grupos
rebeldes en Santa Isabel, Santa Carlota, Saltadero, La Campana, la loma de La
Magüira en Guantánamo, Roqueta, Rosarredonda, Remate
de las Vueltas. Tiroteos y combates con los insurgentes en el Callejón de las
Nueces, en los Montes del Relámpago, en Río Grande. (Hay en las hojas otros
nombres difíciles de leer, tal vez porque en su momento también fueron
difíciles de escribir.) El capitán de la Garmilla
protegió con su compañía la línea telegráfica y de fuertes desde Placetas a
Sancti Spiritus. Durante “el reconocimiento de los
Montes de Aguacate batió a la partida de Severiano García”. Además, desde el 1
de febrero hasta finales de noviembre de 1897 desempeñó el cargo de “cajero de
campaña”, al tiempo que seguía participando en combates. El 23 de septiembre de
dicho año “marchó a Alonso Sánchez (Sancti Spiritus)
por raciones para la fuerza, regresando al campamento de Ciego de Potrero
(Camagüey) el día 28”. Hay que decir que las anotaciones parecen no tener fin:
la actividad de Don José durante estos años en Cuba podría calificarse de
frenética.
Las operaciones de
campaña parecen detenerse en marzo de 1898, cuando se menciona que el capitán
De la Garmilla está enfermo en el hospital. Le
destinan a La Habana, donde permanece hasta el 10 de septiembre, fecha en la
que embarca a bordo del vapor correo Ciudad de Cádiz, llegando a Santander el
28 del mismo mes. Recibe condecoraciones y honores por su comportamiento en
Cuba, y se queda en Madrid, siendo destinado posteriormente, en 1899, a la zona
militar de León en situación de excedente y “fijando su residencia en Valdenoceda (Burgos)” aquel mismo año.
Es de suponer que durante
todos los años posteriores mantiene fijada su residencia en Valdenoceda
(no consta cambio alguno en su hoja de servicios), aunque inicialmente sus
destinos son Bilbao, Logroño y por fin, a partir de diciembre de 1902, Burgos.
Viaja a Bilbao en 1903, pero solo de 30 de octubre a 8 de noviembre, por
hallarse allí su regimiento “de operaciones en aquella plaza con motivo de la
alteración del orden público”. Los años siguientes los pasa de guarnición en
Burgos, con alguna breve estancia en Orduña, y en 1906 es ascendido a
comandante. En “situación de excedente de la 6ª Región”, al mando de la
Comisión Mixta de Reclutamiento y con el ascenso a teniente coronel en 1912,
llega a su jubilación o “baja definitiva” en julio de 1914, al cumplir los 60
años de edad.
Leyendo la hoja de
servicios y todos los documentos que se incluyen en su expediente militar,
queda claro que Don José de la Garmilla y López fue
en lo profesional una persona muy activa y eficiente, con una vida llena de
acción y de riesgo. Pero, por otra parte, es inevitable sentir el deseo de
saber más e intentar leer entre líneas, buscando datos que pudieran decirnos
algo sobre su vida personal y familiar. Por ejemplo, sigue los pasos y la
tradición de su padre, el teniente coronel Don José de la Garmilla
y Ruiz de Huidobro, que ya había luchado durante la 1ª Guerra Carlista en
Navarra, Aragón y Cataluña con indudables méritos acreditados en su hoja de
servicios, y se había visto involucrado como militar en pro y en contra, según
los casos, de alzamientos y pronunciamientos, insurgencias, rebeliones y
motines, durante toda la regencia de Maria Cristina y
el reinado de Isabel II. Tanto es así que, en 1854, un mes antes de que naciera
su hijo José, se adhirió a la rebelión militar contra el autoritarismo de
Narváez, participó el 28 de junio en la “Vicalvarada”
y, tras la derrota, siguió con lealtad al general O’Donnell,
no regresando a Madrid hasta el 19 de agosto, fecha en que suponemos que
conocería a su hijo recién nacido. Podemos pues afirmar que Don José hijo fue
un bebé acunado con ruido de sables y un niño que creció mientras su padre
participaba continuamente en acciones militares, y ascendía en virtud de los
éxitos de estas y en medio de fuertes ventoleras políticas. Seguramente en su casa
y en su entorno social sería impensable una vocación que no fuera la militar.
Otro hecho que puede
llamar la atención, en un terreno más íntimo, es que Don José de la Garmilla y López contrajo matrimonio cuando tenía 31 años
con una dama que era unos cuatro años mayor que él. Según nos informó el actual
propietario de la Casa Roja, el matrimonio no tenía hijos. Esto se entiende si
pensamos que en el siglo XIX una mujer de 35 años podía resultar demasiado
mayor para ser madre primeriza. Cuando un hombre de aquellos tiempos decidía
sentar la cabeza y formar una familia lo lógico y habitual era que eligiera una
esposa veinteañera, y más cercana a los veinte que a los treinta. Se podría
pensar que este casamiento raya en el desafío a las convenciones de la época.
Gustosa cambiaría yo unas cuantas páginas del expediente militar por una sola
carta de amor de las que pudieron enviarse Don José y Doña Susana.
Y finalmente no podemos
dejar de recalcar el hecho de que, habiendo nacido en Madrid, donde pasó su
infancia y buena parte de su juventud, y con una madre de Badajoz, ciudad donde
su padre falleció, Don José de la Garmilla y López
tuviera una querencia especial precisamente por Valdivielso, lugar al que se
alude reiteradamente en sus licencias y dónde él establece su domicilio incluso
años antes de llegar al retiro. En el expediente militar de su padre, nacido en
“Almiñé”, no aparece dato alguno sobre licencias, por
lo que no sabemos si el hijo pudo visitar el valle con su familia en su
infancia. Es de suponer que sí, que ya lo hubiera conocido siendo niño, o que
de mayor acudiera por iniciativa propia a conocerlo porque hubiera oído hablar
maravillas sobre la tierra de su padre y de sus abuelos. La primera noticia que
encontramos en su expediente es la visita que realiza a Valdenoceda
cuando tenía ya 42 años, poco antes de marchar a Cuba. Y cuando vuelve de la
guerra ya no quiere residir en otro lugar. Si desde Cuba añoraba una vida en
paz, seguramente la soñaba en Valdivielso. Está claro, pues, que fue valdivielsano por vocación, por amor al valle que él hizo
suyo y que mantiene su recuerdo con una placa y una calle. Bienvenido a la paz
y por muchos años, mi coronel, que los hijos de Valdivielso, los biológicos y
los adoptivos, ahora mismito le acabamos de ascender.
Mertxe García Garmilla